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TSUNAMI

CAPITULO I - EL INICIO DE LA TRAVESÍA

Orgasmos, uno tras otro, sublimes, intensos, imagínatelos.
La gran tentación.

No tengo la certeza total de que yo sea el único capaz de haberte hecho lograr un orgasmo por teléfono, eres alguien bastante experimentada y sólo tu sabrás que fue lo que yo te hice lograr ese día. De lo que si tengo la certeza es de que puedo hacerte estremecer intensamente, de que puedo sacarte de control, de que puedo hacerte cometer locuras, de hacer que tus sensaciones abrumen a tus razones. Y te lo juro Shirley que lo voy a hacer, ya no puedes impedírmelo.

Ya que me dices que soy capaz de hacerte llegar a tan intenso clímax, de que puedo hacerte llegar al orgasmo por via telefónica, ahora lo voy a intentar via correo electrónico. Prepárate, abre tu mente y tus sentidos a esta sublime experiencia.

Quiero elevar tu ritmo cardíaco, alterar tus hormonas, asfixiar tus gemidos, derramar tus humedades como tu dices.

DEDICATORIA:
Para la lectora más erótica y voluptuosa que conozco. La lectura es placer. ¿Quieres hacer la fantasía realidad? Hasta ahora es fantasía, tienes el poder de tornarla en realidad.

CAPITULO I

Imagína mi voz en tono muy suave y excitante. Lujuriosa. Lasciva. Diciendo que deseo poseerte, que quiero disfrutar cada centímetro de tu cuerpo, disfrutar de tus texturas. Me excito mucho con sólo ver tus agradables y sugerentes volúmenes, por lo que intencionalmente acaricias tus senos con mucha sensualidad, acto que me produce intensos temblores y ganas de morderte. Cuatro silenciosas paredes nos rodean. No podrán contener toda esta energía. Serán mudos testigos de un despliegue de impulsos y reacciones en cadena. De una fisión nuclear. Mi respiración acelerada, cerca, muy cerca de tí. A sólo milímetros de tu humanidad. Fuerte, penetrante, sugestiva. Un incienso deja sentir su olor agresivo, sugerente, estimulando todos tus sentidos. Puedes sentir mi sudoración sin siquiera estar en contacto con mi píel. Acerco mi boca de manera muy suave, muy sutil a la parte interior de tus muslos. Estas vestida. llevas unos jeans muy ceñidos a tu cuerpo. Muerdo suave y repetidamente tus carnes con suavidad y con fiereza a veces. Siento tus temblores y los manejo a mi antojo. Abres un poco más las piernas venciendo ciertas rigideces. Comienza el Nirvana. Muerdo una y otra vez, desplazándome cada vez más y más arriba, en contra de la corriente. Ambas piernas comienzan a ceder y una que otra vez me aprisionan con inusitada fuerza. Atrayéndome hacia tu cuerpo. No puedes controlar tus humedades. Segregas tus pasiones. Tu ropa no es barrera para sentir tal cúmulo de abrumadoras sensaciones. En un momento piensas que deberías tener una armadura de una aleación extraordinaria que te impidiera sentir tanto placer junto, pero al siguiente segundo deseas desgarrar tus ropas que evitan el contacto directo y no te permiten sentir lo magnánimo y sublime del momento.

Muerdes mi excesivamente sensible cuello, comienza tu locura. Lames la parte trasera de mis orejas. Sabes que me descontrola en extremo. Trenzo mi lengua con la tuya en un intento por controlar tu despiadado ataque a mis puntos vulnerables. Es una guerra declarada. Sun Tzu no me enseñó medios de defensa para tan imprevisto y efectivo ataque. Pongo en práctica una retirada obligada, para luego atacar por otro flanco. Siento tu delgada mano deslizarse por entre mi pantalón y ases de manera suave y clandestina mi ansioso y excesivamente rígido miembro de caballería. Siento que casi estalla de tanto flujo sanguíneo. Siento que mi ropa no es lo suficientemente resistente para contener su extrema rigidez y disposición al contraataque. Está muy húmedo. Es su método de defensa contra el ya obvio enfrentamiento cuerpo a cuerpo con el enemigo. Es el líder del ataque. Por tal razón lo manipulas con tus invencibles métodos a fin de esclavizarlo a tus deseos. Deseas subyugarlo, hacerle sentir que eres tú quien manda. Eros no podía imaginarse algo tan intenso. Es imperativa una nueva retirada a fin de planear un mejor y más efectivo contraataque. Tu decides como someterlo a tus designios, tu imaginación es el límite para diseñar los sistemas de sumisión y tortura al cual lo someterás.

Exploro suavemente con mis manos tus turgentes y carnosos senos. No imaginas el placer que me produce sentir su contorno. Descubro tus muy sensibles pezones con una rigidez extrema. Los siento y los veo como una manzana. Duros, brillantes, sugiriéndome comerlos, engullirlos. Los muerdo, los lamo por un corto tiempo para no saciarme antes de tiempo. Los cubro de nuevo con el velo que los protege para disfrutarlos más adelante en todo su esplendor. Cada vez es mayor tu humedad. Decido introducir mi mano por la estrechez existente entre tu pantalón y tu vientre. Siento agradables texturas. Tu cuerpo se contrae violentamente al sentir mis lascivos y juguetones dedos. Remojo mis dedos en tus humedades. Juego con ellas. Las disperso sobre tu vientre. Luego lentamente desabrocho con mis dientes tu ajustado pantalón. Violo el sistema de seguridad que puede brindarte un insignificante cierre, el cual evita que tu ya muy húmedo vientre sea víctima de un violento, pero placentero mordisco. Mi lengua se desplaza desde la parte superior de tu ombligo hacia tu vagina. TIEMBLAS. TE ESTREMECES. Y en un morbosa coreografía me induces a seguir tus temblores. Cielo y Tierra se tocan. Se unen los cuatro elementos. Mis dientes no pueden con tanta sensación y pierden efectividad, pierden fuerza, pero no se dan por vencidos....

Fin del Capítulo I.

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